Críticas

Alicia en el país de Villegas

Si puede decirse que hay algo nuevo en el arte, esa novedad la presentaron anoche el Centro Cultural Gabriel García Márquez, del Fondo de Cultura Económica, y Villegas Editores. 'Memoria digital', de Alicia Viteri, se llama el libro que recoge una originalísima concepción artística -ignoro si en otras partes del mundo existen trabajos similares- posmodernista, surgida de las nuevas tecnologías, que ahora le brindan al cerebro creador todas las posibilidades para innovar o repensar el arte. 

Ángela de Picardi, en el prólogo sugestivo que sirve de recuento muy completo de la vida y la obra de Alicia Viteri, dice: "Desde el año 2000, su producción recoge el inmenso reto que la tecnología ofrece a los artistas e innova una vez más.

Respondiendo a las tendencias posmodernistas, con su sincretismo y libertad en el uso de instrumentos que se suman a la utilización de medios gráficos de avanzada, la artista se apropia de la fotografía. Esta sirve de instrumento para un exhaustivo trabajo de la computadora; con sus programas (en plataforma Macintosh) Photoshop y Zbrush, es utilizada como un lápiz o un pincel electrónico. Gracias a su experiencia como dibujante y grabadora, logra restaurar, intervenir y recrear estéticamente una colección de viejas fotografías, durante un proceso de largo aprendizaje y de intensa creatividad, que abarca los últimos siete años de su producción". No se vaya a pensar que aquí el trabajo lo hacen el Photoshop o el Zbrush. Esos no son más que instrumentos posmodernos, sucesores del viejo pincel, que le sirven al cerebro del artista para darles vida a sus pensamientos. La 'Memoria digital' de Alicia Viteri será una innovación artística tan importante como la que hizo en su momento Andy Warhol con el 'pop art'. Sin embargo, mientras que la genialidad de Warhol agotó  la posibilidad de que el 'pop art' se prolongara en el tiempo, y su obra quedó  única e irrepetible, la de Alicia Viteri (que podríamos bautizar Photoshop Arte o Mac Arte) es la precursora maravillosa en el empleo de una herramienta nueva, que alimentará a varias generaciones de artistas. Estamos en realidad ante las puertas de un renacimiento en el arte, propiciado por la tecnología.

Quién sabe qué cosas extraordinarias veremos o verá el mundo en unos años, cuando las gamas infinitas de la nanotecnología se apliquen de lleno a la creación artística. Alicia Viteri es una veterana en el reino encantado del arte. Nacida en Pasto en 1946, vive en Panamá desde hace treinta y cinco años, donde ha ejercido su oficio de artista y profesora, y donde la quieren, la admiran y la han llenado de honores. El libro 'Memoria digital' nos enseña lo que el talento humano puede lograr con el uso de los pinceles posmodernos. Alicia ha tomado 53 fotografías viejas y ha hecho con ellas una obra de arte asombrosa, que asimila la fotografía (precursora del modernismo) con la técnica digital (precursora del posmodernismo) y con esa amalgama histórica produce unos cuadros de efecto indescriptible.

El que quiera tener de ellos una idea precisa, captarlos y capturarlos, deberá apelar al libro publicado por Villegas Editores. De paso diré que el libro en sí mismo es una joya editorial. Nadie espera menos de Benjamín Villegas, pero él se las arregla siempre para superar las expectativas.

La edición de 'Memoria digital' es deslumbrante y... ¿para qué decir más? Felicitaciones para Villegas Editores por un aporte de tamaña importancia a la historia del arte; para el equipo que acompaña a Benjamín en su inconmensurable aventura, Carolina Jaramillo Seligman, coordinadora editorial; Stella Feferbaum, revisora de estilo, y Jessica Martínez Vergara, directora del Departamento de Arte; felicitaciones también al Centro Cultural Gabriel García Márquez, del Fondo de Cultura Económica, por el espléndido lanzamiento que hizo de 'Memoria digital'.

En estos días de crisis, en que el obsoleto gobierno neoliberal, con su clásica carencia de imaginación sólo piensa en hacer economías recortándole los recursos a la cultura, todo esfuerzo de los heroicos luchadores del espíritu y del intelecto por salvarnos de la mediocridad merece los aplausos más estruendosos y vibrantes.

 

Publicación eltiempo.com. 
Sección Editorial - opinión.
Fecha de publicación 16 de abril de 2009
Autor Enrique Santos Molano

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Diario El Comercio. Quito Ecuador.
ALICIA VITERI QUIERE PINTAR EL AMOR

Nació a los pies del volcán Galeras, pero quiere morir frente al mar Caribe. Está consciente de que la vida se arma de contrarios, de Eros y de Tánatos, de carnavales y funerales, que nacer y morir son los instantes más ciertos del ser humano; que para cada amor existe un dolor, y que ese dolor se pinta con los colores del amor.Lleva por nombre el de Alicia Viteri, mas si no se llamara así igual hubiera hecho todo lo que ha hecho en su vida, no se arrepiente de nada. Sexagenaria y joven a la vez, como si de una ficción se tratara, regresa a Ecuador esta artista colombiana, que tras nacer en Pasto, estudiar en Bogotá, y vivir en Quito y Panamá comprende dónde se halla su patria. No en la infancia, como creyera el poeta Rainer María Rilke; aunque esta edad se lleva varias piezas de ‘Memoria Digital’, exposición que abrirá el miércoles 8, en el Centro Cultural de la Universidad Católica. La patria para Viteri está en una obra que rinde homenaje a “la vida, al amor y a la amistad, los tres lugares donde he vivido más largamente”.

Dimensiones que se perciben en las imágenes de esta muestra, la más autobiográfica de las 11 que son el total de la obra de la artista. Un conjunto de obras que además de leerse en las paredes de la galería, se puede ver en un libro publicado en 2008 por Villegas Editores, de Colombia. Entre las páginas sobresale el color, explosiones de él, que rodean a fotografías rescatadas de antiguos álbumes familiares. Retratos de sus padres y de sus hermanos, de su amor y de sus amistades presentan momentos de la realidad, mientras que los dibujos y la intervención digital ponen la cuota de ficción. Es decir, las 53 imágenes son una confesión íntima de la artista, pero en contacto permanente con la ilusión, con las visiones que ella extrae de la realidad.

Aunque no se reconoce en su homónimo literario, la Alicia de Lewis Carroll, comparte con ella la inmersión en un mundo maravilloso, al que ingresó no por una madriguera sino por la experimentación con las herramientas digitales: el computador, el Photoshop y el Zbrush. Esto porque el trabajo con químicos al que le expuso su arte desde muy joven la terminó enfermando e impidiéndole volver a pintar. Fue así que el computador entró en su vida. Alicia Viteri se siente como “mosca en la leche” al jugar, al crear con elementos tecnológicos; considera que ese es un campo más cercano a la generación Y, que a sus contemporáneos. Pero lo aprende y lo afronta con humildad y con la rebeldía que la caracterizó en sus años de colegiala; cuando protestaba contra las monjas que la ‘educaron’. Ve en la rebeldía la cualidad máxima del artista y cree que “solamente la muerte te la puede quitar”.

De padre ateo y madre católica, ella misma consagrada a la Virgen del Carmen, Viteri conoció el mundo espiritual a través, no de la religión, sino del arte. Mediante él sabe que Dios existe y no necesariamente representado en curas. Mariposas y pájaros, el Pichincha al amanecer o la selva tropical en su espesor enmarcan los momentos de su vida que se cuentan en ‘Memoria digital’. Su madre, la universidad, Stephan (su esposo), el cáncer, la tristeza de la pérdida y la alegría de la rumba pueden definir distintas etapas de su camino existencial.

Viteri crea tanto en el bienestar como en el padecimiento, pero en ambos lo hace con la convicción de que la manera de convertirse en un mejor ser humano es siendo feliz. “Me cansé de la tragedia, porque frena la creatividad”, dice, mientras mira por la ventana el cielo de Quito y redescubre que desde que vivió aquí en 1977 y 1978, los colores de la ciudad no han cambiado, sino que la nube de luces se ha expandido. Entre esas visiones aún busca el color que le permita cumplir su sueño: pintar el amor.

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ALICIA VITERI Y SU MEMORIA DIGITAL

Una vez más Alicia Viteri innova en el escenario plástico panameño, con la presentación de “Memoria Digital”, una serie de fotos personales – verdadero registro de historias íntimas – trabajadas mediante métodos computacionales que propician una valiosa creatividad en la reconstrucción del diseño, de la composición y del color, formando una galería de imágenes expresivas de la individualidad de esta artista, en que la fotografía y la impresión son meros instrumentos de una creación artística de avanzada.

Después de promover, en los setenta, la técnica del grabado; luego de adherirse, en los ochenta, a novedosas técnicas audiovisuales, con su instalación “Espacios Pictóricos”; y tras una larga pausa, en los noventa, dedicada - en un proceso de reflexión e interiorización - a la luz y al color de la naturaleza, Alicia Viteri retoma, con esta muestra, su puesto de mujer- artista de vanguardia, por la innovación técnico-estilística y por los valores expresivos presentes en esta serie de imágenes impresas que forman su “Memoria”. Una visión reveladora e íntima de pequeños hechos de su vida, de vívidas relaciones personales y de momentos impregnados de un tiempo rememorado.

Como contrapunto a la foto que se constituye en el foco de interés de estas creaciones, la artista compone sus imágenes, destruyendo y reconstruyendo las figuras o siluetas de sus personajes, circundándolos ora de diminutas fotos en frisos, ora de detalles narrativos, cuando no de diseños o trazos abstractos, formando conjuntos estilísticamente complejos que se insertan en un fondo de intensos colores, representativos de una naturaleza exuberante y vital.

Como toda obra de madurez y plenitud creativa, “Memoria Digital” no es más que la suma ideal de aquellas múltiples etapas de intensa búsqueda técnico- estilística en su evolución artística. Marca una perfecta continuidad en el estilo y, especialmente, en la temática de esta artista, que se ha caracterizado por la indagación constante y profunda de lo humano, enfocada, ahora, hacia sí misma y hacia sus etapas de crecimiento y realización personal. Así, registrando instantes de su vida y reteniéndolos en expresiva comunicación con el espectador, surgen la niña de mirada inquisitiva y de facciones serenas, la inquieta e irreverente adolescente, la graduanda ensombrecida por frisos obscuros y amenazadores de siluetas monjiles, la mujer adulta y plena que ilumina, mediante grises brillantes, el ambiente circundante, y la Alicia actual, siempre irónica sino cáustica en su análisis social o introspectivo, “Caracoleando” o cocinándose al fuego vivo de una “Olla Grande” o, aún, angustiosamente transformada en retorcidos óvalos- “Como el Huevo” – que recuerdan sus grabados en pesimistas visiones del hombre. Sin embargo lo que prevalece en este recuento de una vida es la belleza lírica de esta eterna y significativa relación íntima entre la artista y su madre, su padre y su hermano, en un intento de unir tiempo y espacios vitales en un solo ser significativo y revelador.

A esta continuidad temática se suma la fidelidad de la artista hacia sí misma, renovándose y, al mismo tiempo, revitalizando un estilo. Los espectadores que la han seguido en su evolución, podrán señalar y rememorar en las imágenes actuales aquellas características inherentes a una tendencia estilística propia. Ahí están – en “Torso Árboles Grandes”- sus ensombreradas con las angustiosas facciones humanas iluminadas, ahora, por los ojos de una niña feliz; ahí están líneas luminosas en fuga – en “Tetero” – que hablan de la capacidad expresiva de su diseño; o esquemas lineales y compositivos- como en “Payaso Grande” – que denotan aquella capacidad, en una economía de elementos, de sugerir el paisaje montañoso donde ha crecido, evocado entre las figuras de sus padres que lo complementan líricamente. Y está el color en funciones estético- expresivas de valores intensos, trabajado minuciosamente por pigmentaciones de tonos vibrantes y contrastantes, en una plena afirmación que su fase anterior, dedicada a la naturaleza, no ha sido - como en toda su evolución artística – más que una preparación, una fase de transición hacia la creación de estas imágenes de su memoria.

“Memoria Digital” se revela así un proyecto estético novedoso, elaborado durante un largo período de tiempo, en que Alicia Viteri recrea retratos, compone sofisticadas imágenes y revela profundidades humanas.

La realidad, la imaginación y la memoria melancólica se condensan en un complejo proceso de expresividad poética que se despliega ante el espectador por la fuerza sugerente y lírica de lo ideal estético.

 

Angela de Picardi.
CrÍtica e Historiadora de Arte

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ALICIA VITERI (1946)

Nace en Pasto, Colombia. En 1970 se gradúa en Bellas Artes en la Universidad de Los Andes, Bogotá, donde realiza, en 1971, su primera exposición individual, en la Galería Belarca.

Naturalizada panameña, desde 1972 vive y trabaja en Panamá, participando activamente, en más de tres décadas de evolución, de la plástica panameña.

Marca, en 1973, una evolución técnica en la historia del arte panameño por la divulgación y práctica del grabado, mediante sus enseñanzas en el taller de grabado de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Panamá y, de 1979 a 1983, en el taller de grabado del Museo de Arte Contemporáneo.

Reconocida internacionalmente, sus obras se exhiben en América Latina, en Estados Unidos y en Europa, recibiendo reconocimientos de valía internacional como la Mención de Honor, en Intergrafik 87 de Berlín, o la participación en la International Print Exhibition de China, en 1985, así como su selección para la Trienal de Pintura de Osaka 93, en Japón.

En 1987 su ciudad natal organiza, en honor a su obra, una Exposición Homenaje, en los 450 años de fundación de Pasto, donde, diez años más tarde, recibe el Premio Morada del Sol, como artista nariñense destacada.