Críticas

La nueva serie de Alicia Viteri refleja su pasión por la vida.

Durante muchos años, Alicia fue fundamentalmente una artista de la figura humana y una artista gráfica, con una extensa obra de dibujos (en medios secos y fluídos) y grabados (grabados en metal, litografías y serigrafías). Si se recuerda la evolución de sus temas no es difícil resumir la transformación de sus figuras, desde los insectos de los fines de los años sesenta – que pronto comenzaron a cobrar movimientos humanos – hasta la serie del Príncipe Próspero , de 1988-1991. En la que este personaje y los miembros de su corte son tan repulsivos como los bichos de sus primeros grabados y dibujos. A fines de los ochenta, la artista le dijo a Marta Rodríguez en una entrevista: “ Mi obra se nutre definitivamente de la condición humana. Mi paisaje es la gente; es el paisaje que he visto siempre y no he querido ver otro”.

Luego de un largo silencio forzoso y de un reinicio lleno de dificultades, en las que principiaron a verse referencias al paisaje, Alicia Viteri está completamente reintegrada a su trabajo artístico y ahora pinta al acrílico motivos relacionados con la naturaleza, verdaderos paisajes, porque la naturaleza humana no la encuentra y más exactamente, no le sale. Pareciera que la artista en la actualidad solo pudiera – y solo quisiera- pintar playas, praderas, senderos, lagos, árboles, troncos, follajes, flores, algunos pocos animales.

El paisaje ha sido uno de los grandes temas de la pintura. Si al principio la intención de los artistas era la representación de la naturaleza con sus muy diversas formas, con el tiempo el paisaje se empleó para transmitir sensaciones de miedo ante lo enorme y lo desconocido y para expresar ideas sobre lo divino, o se convirtió en gran receptáculo de estados de ánimo. Con otras palabras, si en un comienzo el paisaje fue objetivo, más adelante principalmente se hizo subjetivo.

Aunque en el siglo XX no han faltado los paisajes realistas, los mejores cuadros del tema han sido los expresionistas o por lo menos los imaginistas, en los que la referencia a la naturaleza no se pierde, pero en los que predomina el punto de vista del artista, sus emociones y, ante todo, su imaginación. Van Gogh y Gauguin fueron los antecesores de estos paisajes en los que no solo se reconocen varios lugares de Francia o de Tahiti, sino en los que primordialmente se captan los sentimientos vehementes del holandés y las virtudes introspectivas del francés.

Con una corta interrupción, Alicia Viteri vive desde hace 25 años en Panamá, una urbe en la que es fácil ver el mar en muchas partes. Desde hace unos años la artista pasa sus fines de semana en Riomar. El recorrido desde la capital no es muy largo, pero resulta muy grato: se ven hermosos paisajes, se divisa la exuberancia de la naturaleza. Las playas del Pacífico son proteicas, plenas de accidentes contrastantes. Y la vegetación de las vecindades es abundante y variada. Si Alicia Viteri está pintando paisajes es entonces explicable. Profunda, muy sensible y gran observadora, la artista vive rodeada de paisaje. Empero, sus acrílicos no corresponden a lo que la acompaña permanentemente, a lo que observa. Aunque algunas veces cuenta con una que otra referencia fotográfica.

Alicia Viteri pinta fundamentalmente paisajes de invención, en los que puede surgir algún recuerdo de los alrededores de Pasto, su ciudad natal en Colombia, o en las que puede aparecer algún rincón de Giverny observado en un video sobre Claude Monet, etc. Algo destacado de esta serie de paisajes que data de los últimos tres años es que no hay cuadros iguales, que cada uno tiene composiciones y motivos distintos y que igualmente tienen puntos de vista muy diferentes: desde arriba, de muy cerca, a ras, hacia adentro en medio de la espesura. En ellos llaman la atención los contrastes de luces y sombras – hechas con verdes oscuros, no con negro - , las representaciones de reflejos en el agua y de vientos en medio de las yerbas altas, las diferencias de empastes y de pinceladas y la variedad en colores, entre los cuales el que más reaparece es el morado. Definitivamente, unos paisajes muy especiales, en los que aparte de su excelente factura, sobresalen la profundidad de los sentimientos y la pasión por la vida.

 

GERMAN RUBIANO CABALLERO
Historiador y Crítico de Arte