Críticas

La sociedad en un estudio que no termina 


'Historias verdaderas'; es el nombre que lleva la muestra que la artista Alicia Viteri presenta a partir de hoy en Mateo Sariel. En sus obras hay personajes conocidos y otros nuevos que se unen para aparecer en complejos retratos familiares.

 

LARISH JULIO | LA ESTRELLA DE PANAMÁ
Alicia Viteri en la galería Mateo Sariel.

Esther M. Arjona
earjona@laestrella.com.pa

El interior de la galería Mateo Sariel en Coco del Mar huele a pintura fresca. A pocos días de la inauguración de la exposición 'Historias Verdaderas', sus paredes, regularmente de un blanco inmaculado, se tiñen de un color uva.

Y es que en las obras que forman parte de la colección más reciente de Alicia Viteri resaltan el blanco y el negro con todos sus matices, pero hay muy poco de color, un contraste grande con sus series anteriores. Sin embargo,
encontramos algunos personajes recurrentes, la dama del sombrero, algunos caballeros que se esfuerzan por ser el epítome del refinamiento. Hay algo del Príncipe Próspero que presentó Viteri hace ya un par de décadas, pero su acercamiento es completamente distinto.

‘Conozco a algunos de estos personajes', le digo a la artista, apenas doy la primera mirada a las obras, en mayoría de gran formato, que están por colgar en las paredes de la galería. Ella ríe y dice ‘es que no se han ido, siguen aquí, pero algunos otros son nuevos'.

A lo largo de la trayectoria de Alicia Viteri, la temática de sus obras se ha mantenido fiel. Así lo comenta la experta Ángela Picardi en las notas del catálogo de Historias Verdaderas. ‘El hombre y su interacción son motivos que atraen a la artista, quien dejando de lado las falsas apariencias, los oropeles y las poses, desentraña, valiéndose de sus dibujos y figuras, sus interioridades, sus características anímicas'. Cada uno de sus cuadros muestra un ‘análisis profundo del individuo y la sociedad que lo rodea, sea en sus valores locales como universales.


‘JUEGO CON LOS PERSONAJES QUE ME HAN ACOMPAÑADO TODA LA VIDA, LA SEÑORA DEL SOMBRERO, ALLÍ ESTÁ, PERO, ¿TE ACUERDAS DEL FLORISTA?'
 

ALICIA VITERI
ARTISTA


‘Esto es un poco la historia de lo que me rodea', dice mientras caminamos frente a las pinturas. En los fondos se observan construcciones, edificios que cobran altura, también una infinidad de aves. ‘Estoy en Panamá, desde
donde vivo, me asomo y veo todas las estructuras de los edificios. Veo a los pájaros también como si estuviesen enredados en una maraña de cables. Esto es parte de los elementos nuevos que hay en los cuadros, sin embargo, los he trabajado antes', afirma.

En primer plano, están grupos grandes de personas, cada una muestra sus particularidades. ‘Estos son como los instantes en que se reúnen las familias para hacerse la foto oficial y no faltan los perros, todas las mascotas', detalla Viteri. Además de perros hay garzas y otras aves de gran tamaño y unas cuantas iguanas. ‘Y por supuesto que la señora del sombrero está invitada, a involucrarse en la familia', dice.

En el momento previo a realizarse este retrato familiar aparecen algunos elementos conocidos y otros inesperados. ‘Juego con los personajes que me han acompañado toda la vida, la señora del sombrero, allí está, pero, ¿te acuerdas del florista?', dice señalando una figura masculina con un bote cargado en flores. ‘Es un personaje que hizo mucha noticia, un elemento muy de Panamá. Puede que sea él, pero puede que no…', analiza.

Cada una de las obras que Viteri presenta son ‘partes de historias que me han contado, de historias familiares, parte del entorno real en que vivo', hay realidad, hay ficción, hay emoción, y tan necesaria como la emoción, una
idea muy bien pensada que sustente la idea y una técnica bien lograda. ‘Es como caminar sobre una cuerda, buscando ese equilibrio, porque puedes tener mucha emoción, pero si no hay nada detrás, se puede desplomar, o resultar solamente un garabato', medita. ‘A mí me gusta que la emoción transmita algo', insiste.

Viteri aborda el lienzo en blanco sin una intención muy específica. ‘Mis cuadros los comienzo casi como un abstracto y dentro de esa abstracción van emergiendo las figuras, los diálogos, los gestos; voy acordándome de la historia que me echó no sé quién, sobre la abuelita, de la historia con la amiga de la familia, todo eso se va entrelazando en la mente', detalla. Se trata de una cantidad enorme de elementos que emergen de manera ‘casi mágica'.

En las primeras obras, establece, los personajes estaban más encerrados en espacios de arquitectura, pero a medida que fue evolucionando la serie, ‘se fueron liberando'. Así luego aparece un horizonte marino con aves e incluso ballenas.

Los inicios artísticos de Viteri están en la gráfica, sobre todo en el grabado. De allí su gran dominio sobre el blanco y negro, el contraste y la profundidad que le permite lograr una multiplicidad de planos en el lienzo. Y a pesar de su larga experiencia en el mundo del arte y sus técnicas, Viteri se considera una eterna aprendiz.

‘Busco siempre involucrar nuevos elementos técnicos a la obra. Una nunca puede dejar de aprender; uno nunca termina de estar satisfecho con el cuadro, con lo que haces, y no por estar buscando la perfección, sino
sencillamente por estar satisfecho con lograr la idea, plasmarla en el lienzo y lo único que uno tiene para comunicarlo es el oficio', declara.

Para la artista nacida en Colombia y con décadas residiendo en Panamá, es más que necesario estar siempre puliendo el oficio, renovándolo, porque ‘así será más fácil transmitir esas emociones, con mucha más libertad para expresarlas'.

Ese eterno aprendizaje la ha llevado a través de su carrera por el grabado, que le permitió perfeccionarse en el blanco y negro.

Más adelante, llegaría el Príncipe Próspero, con algunos de los personajes que vemos hoy, pero en escenarios mucho más oscuros, de la mano con el uso de oros y platas.

Luego, llegaría la necesidad del color. ‘Nunca lo había hecho, y empecé pintando paisajes, salía temprano, de madrugada a caminar en la selva porque quería ver cómo la naturaleza se teñía de color a medida que el sol
iba saliendo. Pinté mucha selva, luego fui incluyendo flores. Cuando ya había dominado el color, me metí en lo digital', recuerda.

Con Memoria Digital Viteri aprendió a trabajar las técnicas de siempre, pero a través de las herramientas digitales con un manejo del color muy distinto. Otra fase la llevó a Terrícolas, una mirada distinta a los personajes de sociedad a través de trabajos escultóricos experimentales con materiales reciclados.

‘Son cosas que necesitas en un momento determinado: el dorado y el plateado en Próspero, todo el color para desarrollar esa apología al amor y la amistad que representó Memoria Digital. Son cosas que no tienen
explicación, son mágicas. Hoy me toca volver a recorrer toda la historia desde el principio, pero con más conocimiento, con investigación con nueva información, y el color no está jugando el papel más importante en este proceso', confirma.

Pero hay color, sostiene Viteri. Se siente, se puede imaginar, así como las transparencias que dejaría un trabajo de aguadas, pero que realmente está hecho con acrílicos.

‘Me encanta que parezcan aguadas, que parezcan grabado, el detalle no importa, lo que importa para mí es la expresión. Porque la expresión es la que comunica de alguna manera emociones, sentimientos', asegura con
firmeza.

Estas expresiones de cada uno de los personajes que espera a ser fotografiado en esta escena familiar han sido estudiadas a base de observación.

‘Prefiero no hablar, prefiero escuchar, y mirar. Todo lo he aprendido así, empapándome de la naturaleza, de la gente. Se aprende a mirar y yo tengo mucha información. Aquí hay muchas historias que no te las voy a contar,
pero que me han dejado fascinada. Son historias de gente que entran a tu sistema y se van transformando. Luego, debes aprender a dibujar', concluye.
 

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"...En lo bello el hombre se pone a sí mismo como
medida de perfección y se adora en ello..."

NIetzche, "Crepúsculo de los Ídolos".


Artista fiel a sí misma y a sus objetivos, Alicia Viteri evidencia, en cada una de las etapas evolutivas que constituyen su trayectoria artística, la característica única de su temática: el análisis profundo del individuo y de la sociedad que lo rodea, sea en sus valores locales como universales. El hombre y su interacción son motivos que atraen a la artista, quien, dejando de lado las falsas apariencias, los oropeles y las poses, desentraña, valiéndose de sus dibujos y figuras, sus interioridades, sus características anímicas.

Para este análisis se sirve de lienzos de gran tamaño, en donde familias diversas se agrupan para un retrato familiar. Son composiciones de gran valor estético, no solo por el número plural de personajes ahí representados, como por el particular cuidado en dar a cada uno de estos personajes una característica propia, un curioso retrato de su psicología. Cada lienzo es una comedia humana en que resalta la fealdad a la cual la artista, gracias a un dibujo refinado - fruto de años de oficio y experimentación - eleva a un nivel poético. La
transforma, bajo el pincel hábil, en poesía. La fealdad se reviste, así, de aquella “reverberación de belleza” que exigía Plutarco en su “De Audiendis Poetis”, para que se pueda crear una obra de arte.

Estos lienzos son acompañados, en esta muestra, por pequeños cuadros - fragmentos o relieves de estos conjuntos familiares - en que se hace más evidente no sólo la temática de esta exposición como los valores técnicos y estéticos que definen esta obra. Ahí aparecen figuras aisladas o pequeños grupos, cuya representación es diáfana en sus ejes verticales y lírica por sus delicadas veladuras en blanco.

Después de haber utilizado técnicas tan diversas como el grabado, la tecnología digital o el ensamblaje, la artista sorprende con la sencillez de un dibujo fuerte, intenso que hace con que los trazos deslicen, fluyan sobre la tela, componiendo con perfección conjuntos de gran equilibrio en sus formas y volúmenes. Usando el acrílico, con la misma agilidad de un carboncillo, crea una unidad rítmica de blancos, negros y grises, logrando claroscuros,
sombras y luces que dan a estos grupos humanos esa difícil reverberación de belleza. Sutiles veladuras en blanco complementan estas composiciones, creando una vibrante atmósfera de irrealidad.

Al mismo tiempo que el dibujo logra expresar todo un contenido analítico, la artista consigue introducir, en su análisis, un acento de humor, mediante mascotas escuálidas y de pelo erizado que acompañan a estos personajes, robándose el primer plano de algunas composiciones.

La artista nos obliga a una observación profunda de su obra, no solo por la multiplicidad de personajes retratados como por la diversidad de identidades, pero especialmente por esa maestría de un dibujo envolvente y revelador que une, con la fuerza de su ejercicio lineal, un personaje a otro, culminando con la visión de un conjunto armónico, en donde se recrean las mas diferenciadas características humanas.

Partiendo, al inicio de su trayectoria, de insectos que se nutren de la introspección, de manos que sustentan la angustia del ser, de momias que representan un retrato descarnado de la identidad humana, de murales que, entre carnavales y funerales, despliegan todos los artificios de una sociedad de apariencias engañosas, así como de recuerdos que tejen, con ayuda digital, la historia de una vida, Alicia Viteri nos conduce ,
ahora, con sus retratos familiares, a una visión más amplia y crítica de la sociedad, ante la cual refleja su desencanto o su desenfado por ser un escenario, en donde se exhiben personajes de dudosa verosimilitud. Por la intensidad de sus trazos, por las luces y sombras que valorizan a sus figuras, por el lirismo de un ambiente evanescente, estos conjuntos se proyectan como un retrato humano que fluctúa entre lo trágico y lo cómico, entre lo grotesco y lo poético.

“Historias Verdaderas” no es una obra para ser vista por ojos ociosos o indiferentes a lo estético. Es una obra de madurez técnica y de síntesis temática, fruto de una vida dedicada al oficio de revelar, a través de la magia de las líneas, formas y composiciones, un ideal artístico al servicio de la búsqueda de lo ideal humano.


Ángela de Picardi.

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Maravillas en el país de Alicia

Son 24 escenas en la galería Mateo Sariel, que describen en formato amplio, a puñados de individuos complejos y en tamaños más reducidos.

La pintora Alicia Viteri tiene la virtud de involucrarse en proyectos creativos que sorprenden por su novedad, propuestas plásticas y temas a los que ella dedica mucho estudio. Su quehacer es también una búsqueda expresiva que convierte en protagonistas a los insectos, momias, las flores, los muñecos con apariencia humana, el pasado de ella misma y al individuo en su soledad y en su dimensión social.

Hace unos años, dirigió su atención a un momento sociopolítico panameño y pintó una colección denominada El Príncipe Próspero. Rostros y cuerpos de diferente tipo aparecen para hacer una radiografía de la etapa y los tiempos que se vivían. Esta reproducción de la realidad, bajo el perfil de sacar lo sórdido, la superficialidad, le permitió retratar en profundidad sobre valores típicos de nuestra cultura.

Ahora, Viteri regresa al ámbito, pero con otro enfoque. Presenta Historias Verdaderas, selección de obras pictóricas en que vuelve a mostrar a la muchedumbre como sujeto de su composición y explora tales confines y sus detalles, que recuerdan el concepto de “sublime terrible” de Goya. Se involucra en una atmósfera enrarecida en que los personajes son caricaturescos y a la vez realistas para testimoniar instantes.

Son 24 escenas en la galería Mateo Sariel, que describen en formato amplio, a puñados de individuos complejos y en tamaños más reducidos; especie de retratos en que los protagonistas aparecen de frente o de costado y nos miran con todo su atuendo o nos miran de reojo para disimular su perspectiva incierta.

La autora narra historias desde una dicotomía en blanco y negro, pero con el apoyo de múltiples variantes cromáticas que acentúan y conducen el dramatismo es sus niveles específicos. No hay un encerramiento oscuro del fondo, sino que por el contrario, siluetas de los grandes edificios de la capital, la cinta costera y la bahía, aves que surcan el aire y ventanales transparentes. Cuando los conjuntos de seres ocupan el escenario, la pintora trabaja cada rostro con una individualidad para establecer una conducta específica. Cada quien es uno solo y se acerca a la gente o distancia de ella, según la relación. Algunos son hilarantes, alegres, esbozan un optimismo que les da su propia circunstancia. Otros por el contrario, reproducen intereses más sombríos, taciturnos y hasta ruines.

En primera instancia, pareciera que estamos ante un puñado de grabados. A medida que uno se acerca, nota que el lienzo alberga dibujos muy bien concebidos y donde las sombras y rincones han adquirido una verosimilitud, gracias al pincel que remeda el buril y el lápiz. Esa experiencia del dibujo y las diferentes etapas de la ora de Viteri aparecen reflejadas en la organización del relato.

Cada imagen de las grupales contiene un personaje principal o una pareja rodeada de otros, que resaltan sus circunstancias. El surrealismo nos brinda a una dama ataviada de un vestido de novias que descansa sobre un diván, mientras un par de niños la acompañan, uno comparte su regazo con dos iguanas y otra, juega con el velo. Mientras, la gente conversa y el piso, unos perros greñudos interactúan.

Esta exposición nos brinda el universo de esta incansable diseñadora que esboza múltiples facetas de un permanente y vital vínculo entre los grupos. Aquí no cabe la noción la masa anónima; por el contrario, cada quien esboza una particularidad que se dibuja en el rostro y que le crea un clima a todos de crítica mordaz a la situación, al instante y a su inserción en la realidad. Este trabajo es un ensayo figurativo que nos refleja y que rescata íntimamente nuestra forma de ser en el contexto histórico, político y social. Viteri contribuye a que nos miremos todos y compartamos varios dramas con un mismo acento.

 

Modesto A. Tuñón F.
PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO