critics

¿De qué están hechas estas inquietantes y divertidas criaturas llamadas los Terrícolas?


La primera vez que los observé, alineados sobre una mesa en el taller de Alicia Viteri, me evocaron unas marionetas expectantes antes de la función. Luego con detenimiento los miré uno por uno, y descubrí que esos rostros expresivos, a veces tiernos, a veces grotescos y amenazantes, están conformados por fragmentos de maquinarias y objetos como tijeras, parlantes, tornillos, alambres... De inmediato me llamó la atención su exquisita vestimenta confeccionada con brocados, sedas, tules y finos cueros, adornada con broches, joyas, plumas y otros accesorios que completan su suntuoso y divertido atuendo. Deben su forma a un ensamblaje, a un collage, que ha sido elaborado meticulosamente sobre botellas de licor, cuidadosamente cubiertas por lienzo crudo sobre el que se aplican capas y capas de pintura, y también a una talla cuidadosa que da forma a la pasta de modelar que también las cubre.

Al observar a estas criaturas que tienen doble cara, revoloteó en mi mente la vida y la obra de Alicia Viteri. Comprendí que la materia de estas criaturas terroríficas y jocosas, se obtiene a partir de una especie de reciclaje de objetos en desuso, y de prácticas que Alicia ha ejercido a lo largo de su vida. Los hilvanes perfectos y joyas cuidadosamente ensartadas, denotan una pasión por la alta costura y la joyería, labores que Alicia ha practicado desde tiempo atrás; algunos adornos con piedras preciosas provienen de collares diseñados por ella. También en sus expresiones y gestos, observo una especie de reciclaje de elementos de su obra pasada. En los
rostros y expresiones de los Terrícolas se descubren vestigios de un insecto que revoloteó en dibujos y grabados que tímidamente se fue humanizando siguiendo el proceso inverso de Gregorio Samsa. También están hechos con las actitudes de esa multitud de hombres y mujeres que asistieron a los carnavales y funerales y que luego reaparecieron en la corte del Príncipe Próspero. Poseen el color de los paisajes, género con el que Alicia Viteri ha incursionado en la pintura para capturar los temas de la luz y el color. Y por supuesto, estos seres también toman aspectos de algunas personas que la han rodeado y hacen parte de su Memoria Digital. Un día,
conversando con ella en su taller, me contó que hace muchos años visitó el Museo de Picasso en París y quedó fascinada con su cabra 1 observando este ensamblaje pensó: “Quiero hacer escultura”. Mientras ella me hablaba y también mencionaba a Calder, miré a mi alrededor y encontré dos reproducciones. Desde una pared, con sabiduría y un poco de ironía, nos miraba un autorretrato de Rembrandt que lleva allí muchos años. Sobre la gran tabla de su caballete observé una imagen de la época negra de Goya, detallé aquellos rostros atroces y gesticulantes que también he vistos en sus series gráficas. En ese momento pensé, a la luz de las imágenes y de sus palabras, estos Terrícolas también están hechos con las preferencias artísticas que Alicia Viteri ha  cultivado desde tiempo atrás.

Los personajes que han habitado su obra, obedecen a su visión del mundo, a una visión aguda que más allá de las apariencias, ha encontrado la maquinaria que mueve la sociedad: la compleja condición humana, con sus flaquezas, su dosis de maldad y de bondad. Ella desde siempre ha observado el mundo con esa capacidad que tienen algunos de ver lo que se oculta tras los rostros, tras las apariencias y así accede a los más recónditos sentimientos y motivaciones humanas. Por eso desde la primera vez que tomó el lápiz y los buriles, luego los pinceles y más tarde los medios digitales, se ha interesado en mostrar el entorno humano que la rodea, lo que
subyace bajo la piel de los sujetos; realidades que se visten, se maquillan se engalanan para habitar con su doble faz el gran “teatro del mundo”.

Esta mirada de Alicia al “teatro del mundo”, me remite a la del sociólogo norteamericano Richard Sennett, que ha hablado de un comportamiento “teatral” propio de los siglos XVIII y XIX; lo que lo ha llevado a nombrar la ciudad en términos de teatro y a los sujetos como actores que se comportan y se visten, para jugar unos roles que han sido determinados por la sociedad a la que pertenecen. 2 Los Terrícolas parecen exacerbar esa condición teatral que aún rige, en gran parte, las relaciones humanas. Sus elegantes atuendos y adornos, nos son suficientes para ocultar su humanidad, su condición precaria y no siempre tan “elegante” como su apariencia; por el contrario, estos hacen sus rasgos y gestos aun más notorios. En ese acercamiento a la condición humana, las representaciones de Alicia Viteri en varias ocasiones han rozado la caricatura, se han acercado a las muecas expresionistas que quisieron develar lo que subyace en el interior de los seres humanos.

Algún pintor, cuyo nombre no recuerdo, afirmó que durante toda la vida se pinta el mismo cuadro. Esta idea es aplicable a la obra de Alicia Viteri que en esta ocasión, por primera vez, nos trae a sus personajes en tres dimensiones, cumpliendo así ese deseo que se suscitó ante la cabra de Picasso. Estas criaturas que ríen y lloran, bajo la custodia de unos próceres implacables de bronce que manejan las cuerdas que rigen al planeta tierra, se constituyen en el retrato de los habitantes de la tierra: los terrícolas. Ellos se presentan ante nosotros como una especie de espejo, aunque no queramos nos parecemos demasiado a ellos y cual marionetas que están listas a moverse, a gesticular, a interactuar con nosotros parecieran anunciar que movimiento podría
ser el próximo paso en la obra de Alicia Viteri.


Marta Rodríguez
Colaboradora de Art Nexus
 

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Terrícolas:

la evolución iconográfica de AliciaViteri

 

“Visionarios son aquellos
artistas que, a partir de un
cierto momento de su
evolución, se interesan cada
vez menos por las
apariencias visibles que por
su mundo interior y ensayan
organizar, mediante otros
ideales, los sueños o
pesadillas que los
persiguen”


Paul Guinard.

 

Después de presentarnos, en “ Memoria Digital” (2003), el lado amable de la
sociedad, cuando, en fotografías intervenidas digitalmente, se exalta el
esplendor de la naturaleza , la armonía de la familia y el valor de la amistad y
del amor, Alicia Viteri presenta hoy la otra cara de la sociedad.
Escrutando en las profundidades psicológicas y en las actuaciones sociales de
hombres y mujeres, “Terrícolas” es el resultado de un trabajo altamente
creativo, enfocado ahora en las facetas negativas, ridículas u oscuras de seres
que, con sus vivencias, nutren las obras de esta artista.

Arte conceptual que reflexiona sobre las estructuras del poder, la construcción
de mitos urbanos, la variopinta caracterización social, “Terrícolas” sintetiza una
visión crítica de la sociedad que corrobora el sentir filosófico pesimista el cual
sostiene - como quiere Antoni Mutadis - que “al mirar un sujeto con
detenimiento es difícil no ser crítico”. Priva, así, en esta obra, la estética
informativa donde la subjetividad crítica estudia los temas y los analiza a
través de una investigación que penetra en el ámbito de la sociología.

La artista busca, en esta instalación, crear con su público un diálogo en el que
pretende provocar a los interlocutores, estimularlos a usar su propia
imaginación, cuestionándose y haciendo cuestionar, con extraordinaria
sinceridad, sobre su entorno, especialmente sobre aquella clase social de
donde proviene y aquella con que convive. Indaga alrededor de sí misma, en
el mundo que la circunda, para encontrar un lenguaje con el cual “ la gente de
otras culturas puede”, según Claude Lévi, “identificarse”. Así su obra enraizada
en lo local promueve valores universales.

Lo impactante para el espectador que acompaña el caminar estético de Alicia
Viteri es la unificación de temas en su obra total, mediante técnicas
completamente disímiles. Esta instalación revive fases anteriores de su obra y
se emplaza como una producción cimera, reveladora del mundo interior de
Alicia Viteri. ”Terrícolas” culmina un proceso evolutivo que, sin perder ilación,
nos lleva a su primera creación, “Insectos”(1972),con sus semblanzas humanas
que revelaban una irónica condición del hombre. También se asocia a sus
·Manos·(1976) y a sus solitarios autorretratos, “Momias”(1981) que nos
hablaban de las angustias y del vacío de la esencia humana; mientras
“Funerales y Carnavales”(1985) y, más tarde, “El Príncipe Próspero”(1991) son
retratos satíricos, reveladores de un mundo social y otro político,
desgarradores por lo vacío o grotesco de la actuación humana, que anunciaban
su obra actual. Son fases definidas y unificadas de una evolución iconográfica
en que el hombre es analizado y representado en sus aspectos más
variados, pasando por matices irónicos, sarcásticos, oscuros, grotescos o,
simplemente, críticos.

En “Terrícolas” hay, sin embargo, un nuevo vocabulario, formado por
novedosos elementos plásticos, producto de una interpretación libre, propia del
posmodernismo, en que la artista busca captar y resaltar aspectos constitutivos
de una realidad social, como un verdadero “memento mori”.

Partiendo de una botella vacía que la artista recubre de tela de hilo crudo de
tono neutral, se van construyendo las esculturas que conforman los
“Terrícolas”. Desde los pies y sus zapatos, realizados con todo tipo de
materiales, pasando por elaborados y reveladores atuendos que logran indicar
ya una clara caracterización social, sus esculturas terminan con paletas planas
de madera donde el diseño, la pintura, la textura estructuran facciones
claramente definidas en sus características psicológicas o en su clasificación
social.

Pero, como si la imaginación y la creatividad de Alicia Viteri se desbordara,
estas facciones humanas se presentan en dos versiones, dos caras en que la
segunda es una reiteración fantástica de aquellos valores quiméricos que
caracterizan y definen a sus personajes.

Un mundo desbordante de imaginación en que casi un centenar de esculturas
exhibe lo grotesco y lo oscuro de los señores del poder ( políticos, financieros,
militares o eclesiásticos), denuncia las múltiples facetas de mujeres ociosas,
vanas, orgullosas o, tristemente, dedicadas al artificio cosmético o al mercadeo
de cuerpos.

Una muchedumbre de hombres y mujeres que desfilan zigzagueantes,
agrupados sea por sus características sociales, sea por la masa ondulante de
colores, en una instalación que aparece presidida por la misma artista,
envuelta en el silencio luctuoso de quien observa, impávida, lo vano y lo
irónico de la vida social.

Una técnica novedosa, posmodernista, en que se mezclan el cortar y coser
telas, el dibujar, el pintar y el trabajar con texturas que conforman mayormente
las expresiones faciales características de estos terrícolas que, aunque
anónimos, se prestan a un divertido “ jeu de ressamblances”. El espectador
no puede dejar de apreciar los ritos faciales, las sonrisas hipócritas, los gestos
autoritarios, la desmedida avaricia, en fin, lo vacío de la esencia humana
dedicada a lo material.

Para esto la artista se sirve del preciosismo de detalles- ya entrevisto en “El
príncipe Próspero” - en que encajes, sedas, damascos, perlas, piedras,
cristales, alfileres, insignias militares surgen en profusión creativa de detalles
que, por diminutos y reveladores, aparecen enfocados y agrandados, en un
video, como un fondo mural de esta instalación. En él se enfatiza la honestidad
y sinceridad crítica, asociada a la creatividad, con que se construyen estas
esculturas.

Un desfile humano que absorbe al espectador por ser una galería
abrumadora de vacíos y de ridículos, donde no cabe la razón o el sentir, pues
es una exhibición de lo únicamente material que corrompe al ser humano.
Estos “Terrícolas” son invenciones ominosas de la realidad, falsamente
hieráticas, invadidas por un sentido de tragedia en que la alegría de vivir
desaparece y es reemplazada por la conciencia adolorida cuando no por el
amargo sarcasmo. Una procesión de hombres y mujeres en una desoladora
alegoría del triunfo de lo material sobre lo espiritual, de lo irrelevante frente a lo
verdadero, de lo accesorio contrario a lo esencial.

Estas esculturas van más allá del propósito artístico o formal. Son creaciones
que indican el compromiso de esta artista con el arte mismo, descubriendo
aquellas necesidades expresivas de la creadora y su sujeción a sus propias
leyes estéticas, en un valioso y novedoso testimonio personal.

Incesante en su búsqueda de nuevas técnicas, Alicia Viteri sigue, fiel a sí
misma y respetuosa de su pasión estética, obligándose y obligándonos a
cuestionamientos profundos sobre el ser humano, al desentrañar vivencias con
su percepción realista y, a la vez, hiriente de la sociedad.

 

Ángela de Picardi.