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En el ámbito de la muestra “El Grabado en Panamá”, el MAC dedica, como un homenaje a esta artista, un espacio especial a Alicia Viteri, reconocida por su incansable dedicación al grabado en la doble perspectiva de creadora insigne y de enérgica promotora, responsable, en gran medida, por la aceptación y divulgación de esta técnica artística en Panamá.

Hace más de treinta años – excepción hecha a la muy personal incursión de Manuel Chong Neto, en el campo del grabado y aquella de contadas artistas zoneítas – el mundo artístico panameño se dedicaba, casi exclusivamente, a la pintura, aunque la mayoría de los artistas de entonces trajera en su equipaje académico conocimientos y prácticas de gráfica hechas en cursos en el exterior.

Alicia Viteri rompe esta tendencia artística, gracias a una producción sistemática e ingente que abarca más de tres décadas, llevando al público panameño a la apreciación de una de las más complejas expresiones artísticas, el grabado en metal, cuya evolución se presenta hoy en una sala dedicada a esta artista colombiana que ha hecho de Panamá su hogar y su entorno artístico.

La evolución de sus obras en grabado abarca cinco series que se suceden cronológicamente, de 1968 a 1989, y marcan etapas técnicas y estéticas, permitiendo a los admiradores que acompañaron sus creaciones, revivir los impactos visuales, las sorpresas estéticas y la profunda reflexión temática que han circundado sus múltiples exposiciones en este período. Al mismo tiempo permitirá a los jóvenes, desconocedores de esta abundante producción, forjar criterios más precisos sobre lo verdaderamente innovador de una expresión estética que, por
su nivel de perfección, aún hoy sorprende en su condición de vanguardista, señalando caminos inéditos para la creatividad panameña.

Reconocida local e internacionalmente, su obra, aunque dividida en series, se caracteriza por presentar una continuidad sorprendente en la investigación técnica, constantemente encaminada hacia las actividades experimentales y la perfección de un estilo.

En una producción que, fase por fase, supera la precedente, enriqueciéndose técnicamente, su obra total en grabado marca una secuencia temática que ahonda en la introspección humana y redunda en una afirmación compleja y sofisticada de sus reflexiones sobre el hombre y sobre sí misma. Fiel a su expresión artística, Alicia Viteri sabe transmitir las observaciones de su mundo interior y su visión profunda de una realidad humana que, a la vez, la circunda y le es propia, en realizaciones que forman definitivamente un sólido mosaico de obras magistrales del arte panameño.

Su primera serie dedicada a un exótico motivo – “Los Insectos “- inaugura, en 1968, lo que la artista llama “un exorcismo”. Confiesa que, en sus años de niña y de joven, al dibujar insectos, “aprendía a dibujar”, ya que “ creo que pintar es aprender a ver”. Sin embargo, más que trazar líneas y enfocar imágenes, ya se planteaba, en estos exordios, su concepto del arte…los insectos fueron una puerta a mi mundo interior…”.

En esta fase de observación y aprendizaje ya está definida su aproximación al arte y el sentido de su obra total: un proceso vital de revelaciones interiores y de análisis humano. También se revela, aún en esta fase, su dominio del dibujo que se irá haciendo, en fases posteriores, más complejo y sofisticado. En el lejano 1972, en su primera exposición individual en Panamá, en las salas de Panarte, Guillermo Trujillo, afirmaba: “Sus grabados, algunos de aterciopelados negros, de ocres, verdes o sepias muy sutiles, son de tal fuerza que el espectador conocedor queda subyugado por ese refinamiento de su técnica de grabar.”

Trabajados cuidadosamente en esta primera etapa- como “Mosquita Muerta”(1969)- estos dibujos de insectos, por la fuerza de sus trazos, transmiten ansiedades, angustias, traumas, pero logran, también, un enfoque lírico de personal ternura hacia lo retratado. En un segundo momento, los insectos se incorporan a ambientes cerrados. Son obras de composición más compleja, en que puertas, pasillos, cuerdas o simples verticales van organizando un conjunto de líneas, en que, como en un marco, los bichos evolucionan con características humanas. El proceso lírico se transforma, en esta segunda etapa de sus “Insectos”, en una vertiente ora satírica y pesimista, ora irónica o humorística, sintetizada en una visión crítica de la sociedad humana en todos “sus convencionalismos y prejuicios.” Su temática se va haciendo más audaz y el paralelo con Kafka y con Jerónimo Bosch es el marco de referencia con que los críticos analizan esta fase de su obra, aunque sus insectos- ahora con manos, piernas y conducta humana – nada tengan de la angustia surrealista del primero o de lo grotesco social del segundo. Son seres con sugerencias humanas que transmiten un sentido de angustia íntima, casi amorosa en la expresión de su fealdad, transformada en belleza.

A partir del 1974 un nuevo motivo - “Las Manos” – trae una renovada visión interior de la artista, más sombría que la anterior, en donde el mensaje se hace dramático y expresivo. Sus composiciones se apoyan ahora en el logrado dinamismo de un dibujo en que manos, garras de dedos largos en sus líneas tortuosas y subjetivas, anticipan su interés gradual por retratar las personas que invaden su tercera serie: “Los Personajes” (1978-1984).

Surgen “El Señor de La Corbata Negra(1979), “Su Señoría” (1979), “El Balcón de la Buenamoza”(1978) y todo un conjunto de grabados dedicados a personajes femeninos- como “Ellas” (1981), “Las Amigas” (1984) - que introducen al espectador a un mundo artístico en que la perfección técnica y la madurez personal de la artista le permiten dibujar un cáustico retrato de la sociedad humana. Se revela su visión satírica y dolorosa del hombre, en su actuación social vaciada de valores humanos.
En este momento de su evolución, Alicia Viteri comienza a prepararse, en obras realizadas en grabado que la irán acompañando hasta 1984, para su composición futura: un mural que desnuda la farsa humana en su figuración social y que, aunque realizado en acrílico sobre tela, ocupa el espacio final de esta sala dedicada a Viteri, pues este conjunto de personajes no es más, en su mural, que la síntesis de toda su producción en grabado. Grabados que, en algunos casos, se constituyen en verdaderos bocetos o ensayos de esta producción futura.

Esta serie “Personajes”, con sus caras deformes o transformadas en simples oscuridades, indica temáticamente una profunda decepción humana, contrastada por un cuidadoso trabajo técnico en que, pintando con rodillos, se marcan detalles, como flores o elaborados retículos, que decoran a estos señores y señoras. Es un juego satírico con que se complace esta artista, invirtiendo el orden poético hacia lo material y no hacia lo humano, engalanando a sus personajes con delicadas flores, con corbatas primorosas, al tiempo que disfraza las figuraciones grotescas con elegantes sombreros o poses solemnes.

En los finales de los setenta – paralelamente a su intento de volver a pintar, después de dedicarse exhaustivamente al grabado – Alicia Viteri crea un autorretrato que “luego voy destruyendo y del que saco una serie que se llama “Las Momias”, la cuarta serie de esta muestra. “Se trata de una placa que hago de una sola figura elemental atada…Trabajando una sola lámina de zinc, la figura humana se imprime sucesivamente en diferentes posiciones, creando parejas, grupos, multitudes. En el grabado final de la serie -“Ausente”(1980) – la lámina es destruida y aplicada como intaglio.

Según confiesa, sus intentos de volver a la pintura la frustran y se autorretrata en esta serie de mujeres dramáticas, deformadas, “mutiladas”. “Ella (1980), “El Grupo” (1980), “Ausente”(1980), “Presente”(1980) y “Cero”(1980) intentan descifrar, en su búsqueda interior, la verdad humana, pero expresan un vacío, ante las interrogaciones de la artista. Hernando Rodríguez Castello afirma: “Es una disección inmisericorde del espíritu. Un mundo introspectivo al que da miedo asomarse sin las armas firmes de la razón.” De este mundo de soledad y alucinación emergen obras de un arte vigoroso, en que el dominio de técnicas refinadas y la composición formal hacen de esta serie una etapa magistral en la evolución del grabado de Alicia Viteri.

Por fin, entre los años1985 y 1989, surgen, en su serie final, “Tiempo Gris”, los últimos personajes de esta extensa galería de estudios analíticamente introspectivos que es el grabado en Viteri. En ellos la caricatura y un humor de tintes negros – en una anticipación de “Príncipe Próspero” – sintetizan una visión sarcástica, ya en tonalidades caricaturescas, del hombre y de la sociedad que lo circunda. “Los Hermanos Plomo” (1985), “¿Decías Algo, Princesa?” (1985) son nítidamente figuras humanas. “Eran retratos, no textuales de mi imaginación…Eran retratos de cualquier historia que ocurría cotidianamente.”

Estos retratos, estos personajes, esta muchedumbre de hombres y mujeres, grabados por una mano maestra y filtrados por una particular visión de su actuación en la sociedad son la motivación que lleva a esta artista a producir la primera instalación que se exhibe en Panamá: “Espacios Pictóricos” ( 1984).
Ahí se contraponen dos enfoques de la realidad humana- “Los Funerales” y “ Los Carnavales” - en aquella ambigüedad, aquel contraste, que el estudio de Viteri pone en relieve en su mensaje artístico. En un mural de 7x3 metros, pintado en acrílico blanco, negro y plateado sobre lienzo, reviven y reaparecen muchos de los motivos de sus grabados: los hombres con semblante de insectos, los personajes grotescos y grises, figuras que recuerdan a sus momias, hombres y mujeres en transformaciones caricaturescas. Al pintar en acrílico, estas figuras recuerdan técnicamente a la de sus grabados, por utilizar impresiones con rodillos, creando texturas que se usan únicamente en la gráfica.
En su instalación final el mural se colorea cinéticamente con luces e incorpora, en múltiples variantes, sonido que reproduce el caos urbano y, también, los mismos espectadores que se ven proyectados entre estos frisos de personajes que sintetizan, con maestría y variedad de técnicas, su búsqueda estética y temática de casi tres décadas, constituyéndose en la obra capital de Alicia Viteri.
“Espacios Pictóricos” retrata, en su galería de hombres y mujeres, las actuaciones del hombre en sociedad ( “Comedia Humana”, dirán algunos) y, a la vez, explica el contraste vital que es el hombre, en sus dualidades y contradicciones, en aquella siempre perseguida investigación interior que será la temática que seguirá expresando Alicia Viteri en sus obras posteriores, en que abandona definitivamente el uso del grabado para dedicarse a otras técnicas, como la fotografía digitalizada que la ocupa hoy.
Sin embargo Alicia Viteri no abandonará, en creaciones posteriores, esta aproximación humana, a la vez crítica y lírica en la complejidad de su análisis, que hace de su obra un aporte de relieve a la historiografía artística panameña.

 

ANGELA DE PICARDI.

 

 

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CREACION DE TALLER EN PANAMA

Tradicionalmente, el mundo del  #Arte ha tenido una dominación mayoritariamente masculina, sin embargo, ha habido representación femenina de tal contundencia que los números empiezan a languidecer al observar la calidad. Tal es el caso de  #AliciaViteri (Colombia, 1946), una gran colombiana, pero con sus raíces en  #Panamá . Alicia nace en la población Pasto, en  #Colombia , en 1946; se traslada a Bogotá y estudia en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de los Andes, donde egresa en 1970. Dos años más tarde migra a la ciudad de Panamá en donde inicia lo que sería una de esas carreras que traspasan fronteras. Su primera exposición en nuestro país la realiza en  #Panarte , el precursor de lo que hoy es el @MAC_Panama. Entre los aportes de la sra. Viteri a nuestro país está el establecimiento (1979) del taller de grabado artístico en Panarte, el cuál dirigió hasta 1983. Además, enseñó por muchos años la técnica de grabado en la Universidad de Panamá, ejerciendo una influencia directa en la formación de generaciones de artistas plásticos locales.

@panamaplastica

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El “laberinto de prodigios de Alicia Viteri, cuenta ya con más de una década de haber fincado sus reales en Panamá. Llegó a estas tierras en 1972 y traía en su equipaje anímico las lecturas alucinantes de Poe, las pesadillas de Kafka y la sensibilidad que le imprimía sus raíces autóctonas; mientras que en su inventario profesional se encuentran todos los elementos de trabajo: técnica depurada, aprendizaje concienzudo y dominio completo del dibujo (de ello era responsable la Universidad de los Andes de Bogotá). En aquel entonces se vislumbraba como una promesa, hoy plenamente cumplida.

Incansable en el quehacer creador, muy pronto nos sorprendió con la maestría de su arte. En el año en que arriba nos da una muestra en Panarte y en ella recibe el espaldarazo de nuestro Trujillo, cuando al presentarla la reconoce como “gran artista del grabado”. Dos años mas tarde el público tiene ocasión de volver a contemplar su obra gráfica en la entonces Galería Nova; entre 1976 y 82 expone en Quito y en diversas ciudades de Colombia. Mientras tanto, en colectivas sus cuadros viajan por los centros artísticos de Puerto Rico, Norteamérica, Europa y Japón.

Pero sería injusto limitar a la gráfica su don creador. Con generosidad y cariño dicta clases de grabado en la Universidad de Panamá (1973) y monta y organiza totalmente el Taller de Artes Gráficas en el Museo de Arte Contemporáneo de esta ciudad (1979-1983). En resumen, la impronta de Alicia se siente en Panamá desde una triple vertiente: en el proceso pictótico (que cubre prácticamente todas las técnicas), la enseñanza y la actividad febril para dotar a sus colegas de un laboratorio adecuado y modernísimo para la producción artística.

En relación con el trabajo de la puntora, no han faltado quienes asocien su mundo artístico con Gregorio Samsa en la novelística o con los modelos de Brueghel y el Bosco en la plástica. Las similitudes, me parece que resultan más superficiales que profundas. En los insectos viterianos hay mucho de humor y está ausente el terror de la pesadilla. Al contrario del personaje de la Metamorfosis, los animalillos de la Viteri se van humanizando y como por arte de magia, terminan siendo homo sapiens de carne y hueso sin que pierdan sus antepasados, con los que en todo momento conservan un aire de familia. Sus temas recuerdan a esa aristocrática sociedad proustiana en la que a través de un descuido en el elegante maquillaje, se va descubriendo el interior donde se ocultan las debilidades del barro mortal. Alicia se proxima a esa “noche oscura del alma”, con fina ironía a la vez que con la amable simpatía que le proporciona la identificación. La artista en más de una oportunidad me ha confesado que en sus cuadros, ya se trate de insectos o de personas, siempre ha querido hacer el autoretrato de su vida, de allí la sinceridad que campea en su obra.

Creo que lo anterior explica la belleza de los escarabajos, el donaire de las arañas, la dulzura de los cocorrones y la intimidad que se siente frente a su comedia humana. Gracias a su definitivo dominio del dibujo, las patas alcanzan lentamente la dignidad de brazos, los caparazones pasan a ser trajes de encajes y sedas, y las testas se cubren a veces con sombreros de os “dorados veintes” para ocultar sus pensamientos; y si de cuando en cuando se lo quitan es para lanzar su verbo a los cuatro vientos. En no pocas ocasiones sus criaturas aparecen solas, pero se diría que viven en “soledad sonora” y si tienen la necesidad de ser actores en el gran teatro del mundo, se reúnen para gozar del carnaval o lagrimear en el funeral. La experiencia resulta igual en la diversidad de sus manifestaciones.

En este proceso de soledad-multitud, muchedumbre-aislamiento, hay un rasgo de fuerza que se convierte en constante y los detalles ceden ante el trazo que se adueña poco a poco de la estructura artística. Ayer el vestido de malaquita de un insecto se adivina hoy en una línea o se sugiere en los contrastes de las manchas.

Sin exhibicionismos pero con cautela, en un dramático proceso de captación, la Viteri va en pos de una expresión propia y la consigue con elementos de nuestra América, igual y múltiple. En sus criaturas antropo-zoomorfas la risa caribeña se mezcla con el mutismo serrano, el calor tropical se confunde con el clarioscuro andino, mientras que la amplitud de las llanuras las mimetiza con la exhuberancia de la selva. Es por ello que resulta tan rica y creadora la experiencia panameña de Alicia Viteri. “…tal variedad tiene belleza” escribió una vez Lope de Vega.

 

ALICIA VITERI EN PANAMA
Por: Carlos Manuel Gasteazoro